Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 75

El caballero de la princesa

 Eiko miró con ilusión al guerrero con pesada armadura que las había salvado del Vals y que se inclinaba reverente hacia su amiga. Steiner reparó en la pequeña, y la escrutó con desconfianza; recelaba de cualquier desconocido que tratara con la princesa, no importaba si fuera una niña, un peluche de la casa o alguna alimaña del bosque. Para él, en tanto no supiera de sus motivaciones, todos eran bribones.

 Sin embargo, Steiner sospechaba por otra cosa; dada la corta edad de la niña, el asombro que había en sus ojos lo advertía de una inminente insolencia infantil, que ya había padecido con Silky cuando pequeña, y que efectivamente ocurrió en cuanto la Principita exclamó:

 -¡Silky, mira! ¡Es el Hombre de Hojalata!

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 73

Un mensaje para Eiko

 Mogu, con un trozo de pescado a medio morder en la boca, voló hacia la bola de cristal, curiosa por lo que tenía emocionada a Eiko y sorprendida a Silky. La moguri vio a Ëlen dando con el bastón al hilo del barrilete y preguntó:

-¡Qué monada, kupo! ¿Quién es esa niña, kupo?

 Antes de que Silky respondiera, la Principita, feliz, comentó:

 -¡Es mi amiga Ëlen! ¿Viste que linda que está con ese disfraz de conejito?

 La pequeña entonces reparó en que no sabía qué estaba haciendo su amiga y por qué la estaba viendo a través de la bola de cristal. Silky mientras miraba, todavía perpleja, cómo la niña liberaba a Kazegami en un escueto torbellino que impulsaba el barrilete hacia el cielo, comentó:

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 69

El tesoro de Silky

 Eiko, sentada sobre los talones con Mogu en el regazo, observaba admirada y expectante a Silky. La niña había desamarrado el bote y se encontraba a unos metros del melocotón. Con el sombrero cónico puesto, de pie miraba concentrada hacia el agua, a la que apuntaba con la lanza que había improvisado con una rama afilada sujeta a la espadita de bambú. A un costado de la Principita, crepitaba la fogata que habían encendido las niñas en un círculo de piedras amontonadas y en la cual Silky pensaba cocinar el pez que estaba queriendo pescar.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 68

El melocotón

 Pasada las risas con la ranita que había devorado la polilla que rondaba la farola, Eiko, a pedido de Silky, dejó que la rana regresara a los lirios con sus hermanas, y se dispusieron a seguir navegando. La niebla se había disipado, el sol se derramaba radiante en el agua. La Principita sopló la farola, no sin haber protestado lo suyo hasta que Silky le dijo que cuando oscureciera podría volver a jugar con ella, y la dejó apagada a un costado. Silky entonces dio una larga y pesada palada y echó a andar el bote.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 61

Los Vals Negros

 El Bonta mascó de su puro y entró a caminar furibundo a lo largo de la mesa. Confiaba en su pupila, no dudaba que Silky podría conducir con seguridad a Eiko por el bosque; con ella a cargo, ya no tendría que preocuparse por cualquier imprevisto que pudiera ocasionar la corta edad de la niña, como ser algún lloriqueo o travesura que la delatara ante los guardias del Batallón Pluto, que era lo que más temía y donde Mei Ling poco podía hacer.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 56

 Las preguntas de Vivi

 A unas horas del amanecer, con Ëlen dormida entre las muñecas y abrazada a Kero y todavía esperando noticias de Eiko, el Bonta se dispuso a disfrutar de un recreo de las niñas. Cayó pesado sobre la silla. En la mesa humeaba una taza grande de té, la lumbre del cántaro iluminaba vacilante y Mei Ling 2, para fastidio del peluche, revoloteaba nerviosa. La abeja sabía que la Principita se encontraba bien, pero no aguantaba más estar sin saber de ella. El Bonta, gruñón, buscó alejarla de un manotazo. La abeja, ofendida y burlona, le enseñó el aguijón y voló hacia Vivi, que estaba sentado delante del Bonta con una taza, también de té, en las manos. No tenía ganas de pelear al peluche. Se posó en el sombrero del mago y miró al Bonta con un brillo pícaro en los ojos. Sabía que Vivi no tardaría en importunarlo con una pregunta.

 El mago se acomodó despacito el sombrero. El Bonta bufó.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 41

La medallita de Silky

 Eiko saboreaba de los restos de ciruelas que le habían quedado en los dedos. Saciada, se limpió las manos en las ropas y se recostó contra la pared de la madriguera de castores abandonada que Mei Ling en un margen del arroyuelo le había hallado para dormir la siesta. La pequeña sentó a Mogu en el regazo y, para sorpresa de todos, preguntó por Silky. El Bonta mantuvo un ceñudo silencio. Mei Ling, sabiendo que al peluche lo incomodaba el asunto y viendo las ansias de Vivi por saber de ella, se dispuso a complacer la curiosidad de la niña:

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 30

Subsaga de la Niña Zorro

El Bonta

 Vivi hurgaba entre la pila de almohadas, muñecas y peluches a la que cayeron cuando cerró el portal. Estaba oscuro. El mago supuso que se hallaban en un cuarto para depósito de trastos, de cosas que habrían aburrido y hartado a Silky; muchos de los muñecos quizás fueran experimentos malogrados, imaginó el mago, que se desoló con el pensamiento de que un esbozo de Vivi pudiera estar entre ellos. La Principita, en tanto, entre intervalos de gimoteos y moqueos, repicaba incansable el nombre de su amigo. Con la paciencia que le era habitual, el mago respondió que debía encontrar el báculo para que tuvieran lumbre y que pronto estaría con ella.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 29

Canarito enjaulado

 Con los ojos anegados de un azul que enceguecía y canturreo de niña en pena, la muñeca causó terror en las niñas. Vivi desesperaba por terminar el sortilegio. Cuando el pergamino en su diestra por fin desapareció, entre chisporroteos emergió una inacabada puerta oval que fue encerrando a los niños mientras se completaba. El mago dijo con tono perentorio:

 -¡Eiko, Ëlen! ¡Nos vamos! Esa muñeca es terrible. No podremos vencerla. En ella y en sus hermanas reside buena parte de la magia de Silky. ¡Silky parece que no puede usar magia! Agárrense fuerte al cinto de mi pantalón! Cuando el portal se complete, estaremos lejos. Espero que fuera del castillo.

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Las aventuras de la Principita Eiko -Cap. 27

Los Tres Mandatos  

 El Espantapájaros desconfió del artefacto mágico que había sacado Eiko. Era un objeto de cuidado para tan pequeñas e inseguras manos, y decidió dar fin a la función que armaron los niños antes de que ocurriera una desgracia. Observó a Silky aferrada con ingenuo temor al peluche y pensó: «Mis sospechas al parecer no estaban fundadas. Cuando vio al mago ella reaccionó como lo haría cualquier otra niña que ve un muñeco tan simpático, con deseo de hacerlo suyo. No creo que esperara por su aparición. De todos modos, debo saber sobre el maguito, porque todo en el es anómalo para un mago negro».

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