Juana es una joven pastora que con su extraña conducta causa pesar a su padre, que desea verla sentar cabeza como sus hermanas mayores, ya prometidas. Ella pasa largo tiempo a solas con su rebaño, sentada ensoñadora al pie de un árbol al que su padre tiene por maldito y funesto.
Una mañana en la que el padre de Juana discutía con un amigo sobre su hija, que permanecía apartada a un costado, llega un aldeano con un espléndido yelmo de acero. Juana al verlo se lo pide con vehemencia, diciendo que le pertenece. Era la señal que esperaba de los cielos. Había llegado su tiempo, el tiempo en el que una doncella de Dios habría de liberar a Francia y dar a su país un legítimo rey.