Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 83

La cajita de bento 

 Con el hermoso día que les trajo el teru teru bōzu, las niñas, con Silky al remo y Eiko (con Mogu al hombro) de alborozada y parlanchina vigía, echaron a navegar con el Princesa Kaguya. Parado firme sobre la caverna en la que habían pernoctado las niñas, las observaba, con los ojos humedecidos por una ternura que no quiso contener después de haberlas visto soltar al río, reverentes y, en el caso de la pequeña, graciosamente reverente, el teru teru, Steiner.

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Ëlen, la otra protagonista de Las aventuras de la Principita Eiko

 Después de muchos años, gracias a la tecnología de la IA, con la que puedo suplir por fin mi olvidada habilidad para dibujar, tengo unos diseños anime de Ëlen. Y claro, moría de ganas por compartir lo adorable que quedó mi otra niña (Eiko es de los fans de FF IX que la amamos, pero se entiende, ¿no?, ja). 

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 82

Teru Teru Bōzu

 Eiko y Silky desayunaban los últimos restos de las brochetas de ayu que habían quedado de la noche, y que no fueron a parar a la oronda barriga de Mogu, dormida, como siempre, bajo la chaqueta de la pequeña. Todavía llovía, así que las niñas permanecían guarecidas en la caverna. Con Mei Ling despierta y transmitiendo desde la oreja de Silky, el Bonta las puso al corriente de lo que sucedía en la Casa de las Muñecas. Silky, que se había distraído mirando zarandearse por una correntada al muñequito de tela que había colocado por la noche en la entrada de la caverna, y en el cual Eiko todavía no había reparado, exclamó:

 -¡Sakura-chan! Sabía que aquellos pétalos de cerezo indicaban que habías venido a jugar. ¡Cuánto te extraño!

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 81

Kokoro wo Tsunaide

 Avanzado el ocaso, con las primeras estrellas titilando y los grillos y los sapos trovando vigorosos, Silky, parada en la popa del bote, daba lentamente al remo mientras examinaba el escarpado islote que venía bordeando desde hacía un rato. Eiko, repuesta del encuentro con el Vals Negro —gracias a la ternura de Mei Ling, que le habló un largo rato antes de, como habían acordado con Silky y el Bonta, volver a dormir ataviando la oreja de la pequeña— y ya toda efusiva y deseosa de más aventuras con Silky, alumbraba con la farola de papel allí donde avistara una abertura entre las rocas. Mogu, trepada al hombro de la niña, también se esforzaba en la pesquisa. No podían hallar la caverna en la que, para ebullición de la Principita, Silky había dicho que habrían de pasar la noche.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 80

La promesa del meñique

 Sakura, ya segura sobre el hielo y con una alegría en el rostro que era dicha y ternura para Tomoyo, patinaba hacia Sakigami con el bastón firme y una carta en la mano. Ëlen, exultante también por lo que estaba haciendo la niña, ¡correr deslizándose sobre el hielo, una maravilla desconocida en la Tierra Media!, se adelantaba volando montada al bastón, a la espera de que Sakigami, como confiaba Sakura, buscara escapar de un salto en cuanto ella usara su carta; con la criatura expuesta en el aire, la pequeña aprovecharía a darle mancha.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 79

El Onigokko

  -¡Salto!

 Ëlen chilló de emoción al verse arrebatada hacia el cielo después de que Sakura la estrechara contra el pecho y conjurara la carta Salto. Sakigami había cargado contra ellas y llegó a rozar a Ëlen con el índice. Si la hubiese tocado, las niñas habrían perdido y debido asumir el papel de oni, un ogro de las leyendas de Kamiki, y pasar a perseguir a Sakigami. Estaban jugando al Onigokko, un juego infantil con el que Sakigami gustaba de desafiar a Silky y, cuando se encontraba con ella, a Sakura. Dado lo poderosamente ágil de la criatura, las niñas estaban obligadas a usar todo el poder de sus cartas para vencer, lo que ocurriría si Sakigami renunciaba a seguir persiguiéndolas o las niñas, como oni, lograban darle “mancha”. En ambos casos, la recompensa sería la captura de la carta.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 78

Sakura

 Sakura sonrió a Ëlen, que sentada en la cima del Rey Pingüino saludaba feliz, a ella, a Kero y a una radiante Tomoyo. La pequeña se lanzó por el tobogán gritando con emoción, con las muñecas que desde el dosel vitorearon con no menor vivacidad. Sakura corrió a recibirla una vez que Ëlen brincó al suelo. Sonrió dulcemente cuando la niña, con sus grandes ojos celestes brillando de alegría y a punto de ser tapados por la boina que le caía descuidada hacia las cejas, y a la que, para completa ternura y regocijo de Tomoyo, Sakura acomodó después de acariciarle una de sus irresistibles trenzas, le preguntó si podía lanzarse una vez más.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 77

¿Otra Cazadora de Cartas?

 Los pétalos de cerezo que dejaban las notas del shō de Sakigami condujeron a Ëlen hacia la parte trasera de la Casa de las Muñecas, a un largo pasillo que terminaba en un panel decorado con un dibujo en acuarela, lo común en toda la casa. La pequeña se había apeado del bastón y miraba divertida el dibujo, un ave azul oscuro, de vientre blanco y cresta amarilla que asía en una de sus alas, o más bien aletas, una sombrilla con la que se protegía del feroz sol rojo que se elevaba sobre una montaña de cumbre nevada. El ave estaba parada sobre un puentecito de madera bajo el cual había un estanque con lirios; al parecer, estaba a punto de darse un chapuzón. La niña, encantada por lo graciosa de la escena, exclamó:

 -¡Qué ave más chistosa! ¿Qué es?

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Sobre Las aventuras de la Principita Eiko (sinopsis 1 a 16)

 Para quien tenga curiosidad por este crossover otaku sobre la pequeña Eiko de Final Fantasy IX, o para aquel que quiera retomarlo, se me ocurrió contar de qué va la historia. ¿Y por qué hasta el cap. 16? Pues, porque es cuando empieza la trama principal. Son muchos capítulos que hoy me resultan de introducción, así que pensé que no estaría mal una suerte de sinopsis.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 76

Sakigami

 Ëlen jugaba con las muñecas en la cama del dosel de Silky. Con el permiso de Kero, se divertían haciendo burbujas con Nuregami, la carta de agua. La pequeña las conjuraba con el bastón y las muñecas a los saltos peleaban por hacerlas estallar sobre sus hermanas en un rocío iridiscente que les llenaba de ilusión los ojos y las cosquilleaba agradablemente. Tomoyo, mientras daba las últimas puntadas al nuevo trajecito para Ëlen, las observaba con una sonrisa y con muchas ganas de participar de la gritería de las pequeñas. Al fin y al cabo, por más madura que se comportara, era un muñeca que representaba a una niña de diez años y como tal, jugaría encantada con ellas.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 75

El caballero de la princesa

 Eiko miró con ilusión al guerrero con pesada armadura que las había salvado del Vals y que se inclinaba reverente hacia su amiga. Steiner reparó en la pequeña, y la escrutó con desconfianza; recelaba de cualquier desconocido que tratara con la princesa, no importaba si fuera una niña, un peluche de la casa o alguna alimaña del bosque. Para él, en tanto no supiera de sus motivaciones, todos eran bribones.

 Sin embargo, Steiner sospechaba por otra cosa; dada la corta edad de la niña, el asombro que había en sus ojos lo advertía de una inminente insolencia infantil, que ya había padecido con Silky cuando pequeña, y que efectivamente ocurrió en cuanto la Principita exclamó:

 -¡Silky, mira! ¡Es el Hombre de Hojalata!

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 74

El Vals Negro 2

 Contentas por saber de Ëlen y por el tierno y hermoso mensaje que les dejó con el barrilete, Eiko y Silky subieron al bote y se prepararon para partir. Silky, parada sobre la popa y con Mogu sentada en su hombro, hundió el remo en el agua y preguntó:

 -¿Todo despejado, contramaestre Eiko? ¿Podemos zarpar?

 -¿Qué es zarpar?

 Silky meneó la cabeza. Temió que debiera explicarle a Eiko cada palabra de la jerga pirata que pensaba usar y que había aprendido de sus paseos en Kamiki. La niña quiso echarle más emoción al viaje y había propuesto a Eiko jugar a los piratas. La pequeña aceptó encantada. La Principita miraba con el catalejo hacia el horizonte del río como se lo había ordenado la niña, la capitana del barco al que acordaron llamar Princesa Kaguya. La moguri constituía el resto de la tripulación y estaba a las órdenes de Eiko, aunque de momento, a la falta del, según Silky, como mandaban las historias necesario loro, hacía las veces de mascota del capitán.

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