Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 83

La cajita de bento 

 Con el hermoso día que les trajo el teru teru bōzu, las niñas, con Silky al remo y Eiko (con Mogu al hombro) de alborozada y parlanchina vigía, echaron a navegar con el Princesa Kaguya. Parado firme sobre la caverna en la que habían pernoctado las niñas, las observaba, con los ojos humedecidos por una ternura que no quiso contener después de haberlas visto soltar al río, reverentes y, en el caso de la pequeña, graciosamente reverente, el teru teru, Steiner, el capitán del Batallón Pluto.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 80

La promesa del meñique

 Sakura, ya segura sobre el hielo y con una alegría en el rostro que era dicha y ternura para Tomoyo, patinaba hacia Sakigami con el bastón firme y una carta en la mano. Ëlen, exultante también por lo que estaba haciendo la niña, ¡correr deslizándose sobre el hielo, una maravilla desconocida en la Tierra Media!, se adelantaba volando montada al bastón, a la espera de que Sakigami, como confiaba Sakura, buscara escapar de un salto en cuanto ella usara su carta; con la criatura expuesta en el aire, la pequeña aprovecharía a darle mancha.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 79

El Onigokko

  -¡Salto!

 Ëlen chilló de emoción al verse arrebatada hacia el cielo después de que Sakura la estrechara contra el pecho y conjurara la carta Salto. Sakigami había cargado contra ellas y llegó a rozar a Ëlen con el índice. Si la hubiese tocado, las niñas habrían perdido y debido asumir el papel de oni, un ogro de las leyendas de Kamiki, y pasar a perseguir a Sakigami. Estaban jugando al Onigokko, un juego infantil con el que Sakigami gustaba de desafiar a Silky y, cuando se encontraba con ella, a Sakura. Dado lo poderosamente ágil de la criatura, las niñas estaban obligadas a usar todo el poder de sus cartas para vencer, lo que ocurriría si Sakigami renunciaba a seguir persiguiéndolas o las niñas, como oni, lograban darle “mancha”. En ambos casos, la recompensa sería la captura de la carta.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 78

Sakura

 Sakura sonrió a Ëlen, que sentada en la cima del Rey Pingüino saludaba feliz, a ella, a Kero y a una radiante Tomoyo. La pequeña se lanzó por el tobogán gritando con emoción, con las muñecas que desde el dosel vitorearon con no menor vivacidad. Sakura corrió a recibirla una vez que Ëlen brincó al suelo. Sonrió dulcemente cuando la niña, con sus grandes ojos celestes brillando de alegría y a punto de ser tapados por la boina que le caía descuidada hacia las cejas, y a la que, para completa ternura y regocijo de Tomoyo, Sakura acomodó después de acariciarle una de sus irresistibles trenzas, le preguntó si podía lanzarse una vez más.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 77

¿Otra Cazadora de Cartas?

 Los pétalos de cerezo que dejaban las notas del shō de Sakigami condujeron a Ëlen hacia la parte trasera de la Casa de las Muñecas, a un largo pasillo que terminaba en un panel decorado con un dibujo en acuarela, lo común en toda la casa. La pequeña se había apeado del bastón y miraba divertida el dibujo, un ave azul oscuro, de vientre blanco y cresta amarilla que asía en una de sus alas, o más bien aletas, una sombrilla con la que se protegía del feroz sol rojo que se elevaba sobre una montaña de cumbre nevada. El ave estaba parada sobre un puentecito de madera bajo el cual había un estanque con lirios; al parecer, estaba a punto de darse un chapuzón. La niña, encantada por lo graciosa de la escena, exclamó:

 -¡Qué ave más chistosa! ¿Qué es?

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 76

Sakigami

 Ëlen jugaba con las muñecas en la cama del dosel de Silky. Con el permiso de Kero, se divertían haciendo burbujas con Nuregami, la carta de agua. La pequeña las conjuraba con el bastón y las muñecas a los saltos peleaban por hacerlas estallar sobre sus hermanas en un rocío iridiscente que les llenaba de ilusión los ojos y las cosquilleaba agradablemente. Tomoyo, mientras daba las últimas puntadas al nuevo trajecito para Ëlen, las observaba con una sonrisa y con muchas ganas de participar de la gritería de las pequeñas. Al fin y al cabo, por más madura que se comportara, era un muñeca que representaba a una niña de diez años y como tal, jugaría encantada con ellas.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 72

¡Moegami, vuela!

 Las muñecas hicieron las mantas a un lado y abrazadas a sus almohadas fueron a sentarse ante la bola de cristal. No podían más de la ansiedad por ver que Ëlen no podía remontar el barrilete. Un jardín no era un lugar apropiado para tal tarea, y menos cuando el espacio para que la niña pudiera correr para darle impulso consistía en un corto tramo de césped y en un puentecito en arco. Y esto sin contar que el pretencioso tamaño que Moegami había adoptado para cometa hacía que esta se le estrellara apenas la elevaba.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 64

Kingyo Sukui

 Kero voló hacia el estanque a echar un vistazo, con Ëlen corriendo tras él. Nuregami retozaba entre los peces kingyo, indiferente al peluche que lo observaba con lo brazos cruzados y expresión severa en el rostro. Ëlen, pese a la advertencia de Kero, se apresuró a correr al puentecito que atravesaba el estanque, desde donde sentada de cuclillas observó maravillada a los pececitos de colores que deambulaban erráticos de aquí para allá, atropellándose entre sí o dando de cabeza contra alguna decoración, como ser un caballito de mar, alguna estrellita o un barquito, desorientados por la intrusa que había pescado uno de ellos.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 63

Nuregami

 Ëlen, montada al Bastón del Sello, volaba tras Kero, que descendía raudo por la escalera caracol hacia la planta baja de la casa. El peluche había detectado la presencia de una carta en el jardín y conducía a la pequeña hacia ella. Las muñecas observaban embelesadas a la niña con sus trenzas al viento, las piernas extendidas y el rostro radiante por la emoción de bajar por la escalera a toda velocidad. Pero entonces Lluvia, con el ceño fruncido, acusó a Luciérnaga y Mariposa:

 -¡Miren! ¡Se le salió la capucha! ¡Ëlen ahora no se ve tan linda! ¡Seguro es culpa de ustedes, siempre tan tontas!

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Las aventuras de la Principita Eiko –Cap. 55

Yumigami

 -¡Kazegami, vuela!

 Ëlen dio con el pico del bastón a la carta y echó a volar como una brujita por el largo pasillo de piso de madera que se abría ante la habitación de Silky. Kero volaba atrás, con Tomoyo que montada a su lomo transmitía, a través de la varita que no despegaba del ojo derecho, cuanto hacía Ëlen. Las muñecas mirando a la pequeña a través de la bolita de cristal vitoreaban; Mei Ling 3, medio oculta entres los almohadones de la cabecera de la cama, observaba, y con no menor emoción. El Bonta había encontrado peligroso que la abeja siguiera a Ëlen, así que le pidió que aprovechara la bola de cristal para mantenerlo al corriente de todo, especialmente en lo que refería al Espantapájaros.  El peluche encontraba sospechosa su ausencia y que no buscara vigilar con un mago negro los movimientos de Ëlen.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 54

 ¡Vamos a cazar cartas!

 Ëlen esperaba con el bastón en las manos, ansiosa por dar un golpe en cuanto Kero arrojara la carta Kazegami. Las muñecas estaban en silencio y expectantes.

  -¿Lista, pequeña? Ahí va…

 Kero dejó caer la carta. La niña entonces, antes de que la carta tocara el suelo, y como si golpeara con un pico, le asestó fuerte con el bastón mientras profería las palabras que le había enseñado el peluche:

 -¡Kazegami, vuela!

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Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 53

La Cazadora de Cartas

 -¡Kero, Kero, Kero!

 Las tres muñecas alborotaban como cachorritos alrededor de Kero, que estaba sentado sobre un almohadón del dosel con Pulgarcita, dichosa, montada a su cuello. El peluche, con poca paciencia para tales fiestas, buscando apaciguar los ánimos dijo a la muñeca de largos cabellos negros, peinados en un espeso flequillo y adornados con un crisantemo en la sien izquierda, y enormes ojos azabaches que respondía al nombre, traducido a la lengua común, de Luciérnaga en el Jarro de las Campanillas Blancas:

 -Hola, Luciérnaga. ¡Tanto tiempo! ¡Qué hermoso vestido que te ha hecho Silky!

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