Las aventuras de la Principita Eiko – Ep. 72

¡Moegami, vuela!

 Las muñecas hicieron las mantas a un lado y abrazadas a sus almohadas fueron a sentarse ante la bola de cristal. No podían más de la ansiedad por ver que Ëlen no podía remontar el barrilete. Un jardín no era un lugar apropiado para tal tarea, y menos cuando el espacio para que la niña pudiera correr para darle impulso consistía en un corto tramo de césped y en un puentecito en arco. Y esto sin contar que el pretencioso tamaño que Moegami había adoptado para cometa hacía que esta se le estrellara apenas la elevaba.

 Rocío tomó un mechón de cabello y lo entró a morder presa de la rabia por no poder ir a ayudar a la pequeña; no se dio cuenta que el mechón que mordía era el de Luciérnaga, quien brincaba nerviosa a caballito de Mariposa, echada con los codos sobre la almohada y pataleando y jurando convertir en sapo a Kero por no pedir a Ëlen que usara la carta de viento. Para la paz en el dosel, no se había percatado que tenía a su hermana encima desquitándose con ella como en una almohada.

 A todo esto, Kero sabía que con Kazegami la niña podría remontar el barrilete con el menor esfuerzo. Pero quería que se divirtiera un rato simplemente intentándolo corriendo una y otra vez por el puentecito. Tomoyo, sentada sobre la barandilla con las piernas bamboleando, disfrutaba arrobada cada gracia de la pequeña jugando con Moegami y luciendo el trajecito de conejito de nieve, llegando al colmo de la ternura y dicha cuando ceñuda y casi llorosa Ëlen tiró el barrilete al suelo para entonces cruzarse de brazos y apucherar y negar terminante con la cabeza cuando Kero, y con él las muñecas, trenzadas unas a las otras con la represalia que finalmente estalló por Mariposa, la animó a que no desistiera, que él le echaría una mano.

 Pero la asistencia de Kero, tirando de los dientes el hilo del barrilete, no sirvió de mucha ayuda y solo llevó a la hilaridad de Ëlen y las muñecas cuando el peluche, empecinado y ofuscado, entró a refunfuñar todo gracioso en el aire. Al ver que había perdido la compostura que se esperaba en el gran Kerberos, o al menos así era como él lo creía, carraspeó y con esforzada gravedad dijo:

 -Bien, pequeña, tendremos que pedir ayuda a Kazegami. ¿Estás lista?

 ¡Por fin había llegado el momento de jugar con las cartas! La niña rápidamente llevó la mano al bolsillo y sacó las cartas que había obtenido. Con Kazegami en la mano, preguntó con una imaginación de tal candor y exuberancia infantil que los ojos de Tomoyo encandilaron:

 -¿Y qué debo hacer? ¿Le pido a Kazegami que se convierta en escoba para que se lleve volando el barrilete al cielo?

 Kero tuvo que poner mucho empeño para no reír al saber que Ëlen creía que estaba usando a Kazegami como la escoba de una bruja de cuentos, aunque tampoco es que se sorprendió, pues al fin y al cabo esa había sido la intención de Kazegami cuando Silky confeccionó la carta. Sabía que la niña amaría volar como una brujita. Pero el Guardián de las Cartas debía guardar las apariencias, así que, y luego de carraspear otra vez para hacer a un lado la gracia, respondió:

 -No, solo le daremos un empujoncito, como si soplaras un barquito de papel. Ten lista la carta, que sostendré el barrilete; cuando te diga, usa a Kazegami en el hilo.

 Kero aferró con los dientes la base superior del barrilete y lo elevó sobre la cabeza de Ëlen con una fuerza que no podía esperarse para su pueril apariencia. El peluche se sintió satisfecho, y exclamó:

 -¡Ahora, Ëlen! ¡No, eso no! ¡Arrgghh, Tomoyo!

 Como había ocurrido con Nuregami, y después de un guiño cómplice de Tomoyo, Ëlen ensayó el movimiento de bastón que le había enseñado la muñeca para que, en sus palabras, pudiera brillar más al momento de usar una carta. En esta ocasión, y para alivio de Kero, la felicidad de Tomoyo y el aplauso del dosel, la pequeña tuvo éxito con el inicio del gesto. Pero con la resolución, y para la exasperación del peluche, la ternura de la muñeca y la desazón de Rocío, Luciérnaga y Mariposa, el bastón, tal como había ocurrido, y dos veces, con Nuregami, salió disparado hacia el agua.

 La niña asomó por la barandilla y río al ver a los peces kingyo apiñarse bajo el bastón. Se apenó por no haber guardado en el bolsillo algo de mochi para ellos. Dio la vuelta para preguntar a Kero qué debía hacer, pero al ver el ceño fruncido del peluche el rostro se le ensombreció; llevó el pulgar y el índice hacia la boca, y los mantuvo con los ojos como de cachorrito y toda culposa. Tomoyo chilló y pataleó de ternura. Kero, por su parte, se rascó la cabeza con resignación; sabiendo que no lograría nada diciendo a la niña que se dejara de juegos, pues al fin y al cabo era Tomoyo la que la alentaba, sin más voló en busca del bastón mientras la muñeca llenaba de elogios a una ya feliz Ëlen, contenta por saber que el movimiento aprendido para lucir como cazadora de cartas le estaba saliendo mucho mejor.

 Entonces volvieron a intentarlo. Con el barrilete dispuesto, Ëlen lanzó a Kazegami y cuando la carta caía a la altura del hilo le dio con el pico del bastón diciendo:

 -¡Moegami, vuela!

Ep Sig:



*Mariposa entre los Girasoles de la Tarde. 

rocio

*Luciérnaga en el Jarro de las Campanillas Blancas. 

lluvia


*
Lluvia que despierta las Hortensias.

Les recuerdo que estos nombres son «traducciones» de los originales en la lengua de Kamiki.

 

  

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