El Vals Negro 2
Contentas por saber de Ëlen y por el tierno y hermoso mensaje que les dejó con el barrilete, Eiko y Silky subieron al bote y se prepararon para partir. Silky, parada sobre la popa y con Mogu sentada en su hombro, hundió el remo en el agua y preguntó:
-¿Todo despejado, contramaestre Eiko? ¿Podemos zarpar?
-¿Qué es zarpar?
Silky meneó la cabeza. Temió que debiera explicarle a Eiko cada palabra de la jerga pirata que pensaba usar y que había aprendido de sus paseos en Kamiki. La niña quiso echarle más emoción al viaje y había propuesto a Eiko jugar a los piratas. La pequeña aceptó encantada. La Principita miraba con el catalejo hacia el horizonte del río como se lo había ordenado la niña, la capitana del barco al que acordaron llamar Princesa Kaguya. La moguri constituía el resto de la tripulación y estaba a las órdenes de Eiko, aunque de momento, a la falta del, según Silky, como mandaban las historias necesario loro, hacía las veces de mascota del capitán.
-Quiere decir si ya podemos salir con el bote, digo, el barco. ¿Ves algo? Cuéntame de cualquier cosa que te llame la atención.
La pequeña atendió bien a lo que le enseñaba el catalejo. Fuera del gusto que le daba siempre mirar con el artilugio, en esta ocasión lo hacía particularmente emocionada, por que era un tarea importante que le había dado su amiga.
-Hay dos grullas dando picotazos al agua. ¿Están pescando?
-Sí, deben ser una pareja que está buscando alimento para sus polluelos.
-¡Qué lindo! ¡Oh, se fueron! ¡Ese pájaro enorme y negro los asustó!
Trémula por un sombrío presentimiento, Silky preguntó:
-¿Un pájaro negro enorme…?
Tras unos segundos agobiantes para Silky, la pequeña, con alegría, pues creyó ver venir a alguien conocido, respondió:
-No, ¡es el mago negro cascarrabias de la aldea! ¿Lo conoces? Se llama Vals Negro 1 y siempre que visito la aldea de Vivi le pido que haga trucos de magia, ji. Pero qué raro, antes andaba con muleta y no podía volar. ¿Por qué está en el bosque?
La Principita bajó el catalejo y sonrió a su amiga. Pero en los ojos de SIlky la niña encontró miedo, que pronto, lo esperable para su edad tan impresionable, asumió por propio. Cuando, asustada, estaba por preguntarle, una ráfaga de viento la azotó. La sacudida del bote por poco la arroja al agua. Cruzado de brazos, con un báculo con cabeza de buey entre ellos y batiendo lentamente las alas, el Vals Negro 2 las escrutaba con la siniestra tea de sus ojos.
-¡Vete! ¡No volveré a la casa!
Al oír el desafío de esas palabras, los ojos del Vals menguaron ominosos. Eiko tembló. El Vals no era el mago negro maltrecho que conocía, aquel que, aunque ella no lo sabía, la había raptado y dejado colgada de un árbol dentro de un saco, harto de que la niña le pidiera hacer magia o fuegos de artificio. El mago, si bien se veía igual al otro, una insondable sombra por rostro con delgadas lumbres amarillas por ojos, el aspecto común a cualquier mago negro solo que con el añadido de grandes alas, y con similar vestimenta: sombrero puntiagudo, larga chaqueta de un azul cenizo y pantalones desgastados y botas de cuero, enseñaba una fiereza y maldad que la Principita no había podido ver en el, para ella, gracioso y malhumorado Vals Negro 1.
Eiko se pegó tras Silky y media escondida asomó y se quedó mirando al Vals, confiando en que lo correría como hizo con el Bakezori, aquellas sandalias de espanto que le habían dado un buen susto en el muelle. La niña se había puesto la máscara del Kitsune y desenfundado la espadita de bambú. El Vals, con voz glacial, dijo:
-Niña, se me ha ordenado llevarte de vuelta a casa. Este bosque no es lugar para ti. Vendrás por las buenas o por las malas.
Silky apretó los dientes y estrujó el mango de la espadita. Con dureza, respondió:
-Llevo la máscara del Kitsune, la magia será inútil conmigo.
Torvo, el Vals respondió lanzando una ligera mirada a una Eiko a punto de echar a correr a esconderse bajo el melocotón:
-Por supuesto, contigo…
Silky chilló y amagó a saltar sobre el Vals. No dejaría que tocara a Eiko, o peor, que la aterrorizara con algún conjuro cruel. Aunque sabía que la espadita de bambú sería verdaderamente una cosa de niños para él, pensaba en poder distraerlo lo suficiente para que la pequeña huyera con Mogu. Pero entonces vio que los ojos del Vals relampaguearon inquietos y que se fijaban como cuchillas en Mogu, todavía en el hombro de Silky, en cuanto la moguri cruzó los brazos como si lo desafiara. Durante el instante en el que los rasgados ojos de Mogu se entornaron enseñando un feroz fulgor dorado, el Vals sintió pavor.
Pero la atención del Vals, y con ella una posible reacción de Mogu, fue interrumpida por una molestia que el mago había creído burlar. Se oyó el rechinar de una pesada armadura; el Vals gruñó y miró hacia la ladera escarpada de la montaña que tenía a la derecha. Levantó el báculo. Tarde. La mole que caía de la ladera azotó la roca con su espadón; las niñas cayeron de bruces, Mogu terminó en el agua y el Vals estampado en la montaña opuesta debido al vendaval de piedras que recibió. Silky, abrazada a Eiko, se levantó y con lágrimas que le cayeron de la máscara, gritó feliz:
-¡Steiner!
El guerrero, firme sobre una roca, hundió la espada en ella y llevando el puño hacia el corazón dijo en ampulosa reverencia:
-Princesa, Adalbert Steiner, capitán del Batallón Pluto, a sus órdenes.
Ep Sig: →
*Como conté en otro capítulo, Steiner es un personaje de FF IX. Lo mismo los Vals Negros.
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