El Árbol de las Hadas

 Una curiosidad muy linda sobre Juana de Arco es la que habla del Árbol de las Hadas. Se trata de un detalle en su historia que hace de la Doncella de Lorena un personaje todavía más único y entrañable.

 La vida de Juana fue una vida de cuentos, de cantar de gesta, una vida, para el creyente, bendecida por lo sobrenatural. Y cuando te enteras que, a parte de la presencia de ángeles, en su historia hay lugar para las hadas, pues, llanamente, te mueres de ternura y amor por ella.

 Y no, con lo último no quise decir “pobrecita, esta chica estaba loca”, ja. No. Con el Árbol de las Hadas tenemos que a un personaje en alguna manera quijotesco como Juana, un personaje adorable por su franqueza, cabezonería, sencillez, humor punzante, ingenua lucidez y absoluta lealtad hacia unos ángeles y santas que juraba le habían mandado a acometer una gesta propia de la caballería andante, se le añade un elemento como las hadas, con las que Juana, su historia, se vuelve todavía más candorosamente pintoresca de lo que podíamos suponer a partir de películas y documentales, donde apenas se menciona el Árbol de las Hadas.

 ¿Y qué es este Árbol de las Hadas? Se trata de un haya que crecía en un bosque de robles de las afueras de Domremy. Cuenta Juana que cerquita había una fuente que se decía milagrosa y que según sus mayores, entre estos su madrina, era visitada por hadas. De ahí el nombre para el árbol. Pero ella concluye, y siempre según las actas del juicio, no puede dar fe de la presencia de las hadas, pues nunca las vio.

 Juana añade que de muy niña iba a jugar con sus amigas bajo el Árbol de las Hadas, donde bailaban, cantaban y se entretenían tejiendo guirnaldas de flores que colgaban entre las ramas o que bien habrían de ofrendar a Nuestra Señora de Domremy, una estatua de la Virgen. Hermosa.

 Pero los jueces en Ruan, pérfidos, no buscaron saber sobre el Árbol de las Hadas para ver si Juana había crecido como una niña normal, una niña que se divertía bailando, cantando y entretejiendo flores como cualquier otra con la imaginación encantada por un árbol mágico, y comprender mejor a quien estaban juzgando, una joven que, contrario a lo que mandaba para su género, hacía la guerra. Los jueces lo que querían de esos hermosos recuerdos de Juana era descubrir indicios de brujería de ella cuando niña y poder así establecer que los ángeles y santas que la visitaban en verdad eran cosas del diablo. ¡Infames! ¡Una niña con tratos con el diablo!

 Pero el asunto no pudo prosperar para los jueces, que no pudieron burlar el buen tino de Juana. Como bellamente expresa Andrew Lang en The Maid of France, lo que demuestra el Árbol de las Hadas, fuera de los vestigios de paganismo celta que persistían en las sociedades cristianas de la Edad Media, es que los niños de Domremy crecían felices. Mark Twain en su novela, no sé si a partir de fuentes o de su imaginación, cuenta que los niños de Domremy eran conocidos por las gentes de pueblos vecinos como «los niños del Árbol». Juana de Arco, pues, era «una niña del Árbol«. Suena lindo, muy mágico, no?

 

 

 

 

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