Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 44

  Issun

 Transcurridos algunos minutos, que se sucedieron sin sobresaltos y con escasa charla, Eiko y Mei Ling dieron con la salida de la caverna, una escasa abertura enmarañada de zarzas. La abeja se adelantó para ver qué había fuera; una vez que regresó, indicó a la Principita que podía salir.

 -No levantes la cabeza, culebrita, o te darás un buen coscorrón con la roca. Y no abras los ojos hasta que salgas, que podrás lastimarte con las zarzas.

 La Principita, ya fuera de la caverna, miró los alrededores. Encontró que todo era verde. El murmullo de las cañas le resultó inquietante.

 -Es un bosque de bambú. Sería peligroso atravesarlo, así que no te apresures a correr hacia el.

 -¿Por qué? ¿Hay fantasmas?

 -No, descuida. Es un bosque cerrado, sin una senda abierta por nadie, y nos perderíamos.

 -¿Y qué haremos?

 -¿Ves aquella pintura?

 La niña miró hacia donde indicó la abeja. Había una pintura en el suelo, dejada contra las cañas. A un costado, una cajita de madera con pinceles y algunos utensilios. La Principita, curiosa, corrió hacia la pintura, a la que miró con alguna contrariedad. Con no más variedad de color que un opaco negro en un fondo blanco, encontró pintados, como si se tratara de una acuarela, un bosque de bambú abierto por un camino empedrado y una montaña que asomaba.

 -¡Qué dibujo feo!

 -Jo, jo. No lo digas fuerte, que enfadarás al pintor.

 -¿Quién es?

 -Un duendecito de este bosque, o algo así.

 -¿Dónde está?

 -Mira bien la pintura.

 La Principita se sentó de cuclillas y miró con atención el dibujo. Notó que algo brillaba. Era una motita de intenso verde, que brincaba como enfurecida. La pequeña echó a reír cuando creyó ver que echaba humo. Entonces la motita saltó de la pintura y golpeó repetidas veces en la frente a la niña, que cayó de bruces por la sorpresa. La abeja reía. La motita brincó hacia la pintura y dejó de brillar. Parado sobre el extremo superior del dibujo había una criatura minúscula, tan pequeña que haría enorme a Pulgarcita, que llevaba un amplio y orondo sombrero verde salpicado de pintas negras y del que asomaban un par de antenas. Vestía además ropas azules y una hoja de trébol en la espalda, que hacía las veces de capita; en la cintura llevaba, como a una espada, un pincel. El hombrecito, señalando con el pincel a la niña, preguntó airado:

 -Mei Ling, ¿quién es esta mocosa que se atreve a calificar mi arte? Exígele que se disculpe, o dibujaré unos búhos para que le den picotazos a su cabezota insolente.

 -¡Jo, jo! Calma, Issun.

 -¿Issun? ¡Qué nombre raro!

 -¿Qué? ¿Tampoco te gusta mi nombre? Vaya mocosa…

 -¡Pero yo no dije eso!

 -No sé, pero seguro lo pensaste.

 -¡Estás diciendo mentiras! Te va a crecer la nariz.

 -Bah, no me vengas con cuentos para niños.

 -Eres un cascarrabias, igualito al Bonta.

 -¡El Bonta! ¡Lo que me faltaba por escuchar! ¡Ese bárbaro que una vez usó uno de los dibujos que le regalé a Silky para encender una fogata!

 -Seguro porque eran feos y aburridos.

 -Calla, mocosa.

 -¡Y tú eres un bicho!

 -¡Maldición! ¿Qué has dicho?

 -¡Que eres un bicho! ¡Con ese sombrero tan grande y redondo pareces una mariquita verde!

 -¡Esto ya fue demasiado! ¡Nadie se burla del magnífico Issun!¡Toma, mocosa!

 Issun dio un salto del extremo de la pintura y suspendido en el aire extrajo el pincel que llevaba envainado a la cintura. A la velocidad del rayo dibujó sobre un pergamino en blanco la figura de un búho, que chorreaba tinta de los contornos; en la diestra, llevaba una sombrilla cerrada. El dibujo emergió del pergamino, como si hubiese cobrado vida. Issun entonces lo mandó hacia la Principita, que echó a correr en círculos mientras procuraba escapar de los airados sombrillazos que el búho le asestaba en la cabeza. Mei Ling reía.

 -¡Vamos, Principita! ¡Saca la Maza Chillona y da un mazazo a ese búho molesto! ¡Tú puedes!

 Eiko, cuando encontró un respiro del acecho del búho, después de que a este le se le cayera la sombrilla, puso la mochila en el suelo y sacó la Maza Chillona. Entre risas, y dando saltos con la maza, corrió tras el búho. No tardó en darle caza. El búho entonces estalló en un reguero de tinta que, de no ser por la blanca loba que apareció de entre las cañas y que asió a la pequeña con los dientes para arrojarla a un lugar seguro, hubiese enchastrado a la Principita. Issun, indignado, exclamó:

 -¡Ammy! ¡Bola de pelos, casi le daba su merecido a la mocosa!

Ep Sig:


*Issun, personaje de Okami. Ammy, je, también.

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