Eiko y Mogu
Eiko miró al peluche con un asombro que le contuvo el llanto que estaba escandalizando al bosque. ¡Mogu había cobrado vida! Mogu, con los brazos cruzados, las alitas de murciélago que se batían incansables y el pompón de la cabeza que botaba a su aire, miraba desafiante a Silky, como si a su espalda se levantara la poderosa sombra de una bestia mítica. Silky, que por su parte no estaba viendo en Mogu más que a su peluche amado, se quitó la máscara, a la que dejó caer a la hierba, y con la voz entrecortada por la emoción dijo:
-Mogu… ¿Cómo puede ser? Jamás te animé con mi poder. Siempre quise que permanecieras como cuando llegamos de…