El libro de cartas
Vivi observaba en silencio al Bonta, con la tea de los ojos temblorosa. Había pasado un largo rato del último contacto con Eiko. El peluche le había dicho que no tenía de qué preocuparse, que sabía dónde podía estar la niña, y que pronto tendrían noticias de ella. Pero que el peluche estuviera mascando nervioso de su puro y caminando de aquí para allá avivaba sus dudas, más todavía cuando insistía a Mei Ling 2, que reposaba distraída en la mesa, con la pregunta:
-¿Nada?