Creed – Reseña

 La semana pasada miré Creed. La película, en dos palabras, me dejó feliz. Después del sentido homenaje que Stallone nos obsequió con Rocky Balboa, que brindó a la saga el cierre que ésta merecía y que la quinta entrega no había podido, pese a que el tiempo la ha mejorado, concretar, creí que no había más historias para contar de Rocky. Pero vaya, como dijo el comentarista en Rocky Balboa: «todo campeón tiene una última batalla que dar». La vida, pese a que Rocky había dado esa última batalla en el cuadrilátero, le habría de preparar una dura pelea más.

 Bien, solo quiero compartir uno o dos pensamientos triviales, con spoilers, sobre la película.

 Lo que más me gustó de Creed fue la relación entre Rocky y Adonis. Rocky, nuestro Rocky, por fin tuvo un “hijo” que los fans podíamos, digamos, aceptar como tal, reconocer verdaderamente como “el hijo de Rocky”, cosa que no pudo suceder, por cuestiones de trama, con Jimmy Morrison, y tampoco, en mi opinión, con Rocky Junior y el hijo de la «pequeña Marie».

 Cuando Adonis en el segundo encuentro con Rocky lo llama «tío», me puse muy contento. Rocky merecía ese afecto que, además, cerraba la herida, a nosotros los fans, por la pérdida de Apollo.

 Mítica pintura. Cuando Rocky y Adonis se conocen, éste pregunta a Rocky acerca de la secreta pelea con Apollo. Rocky le revela el resultado, que fue la victoria del «Amo del Desastre». Una revelación un tanto innecesaria, pues ese combate todo el mundo, supongo, siempre lo entendió como unos simples guantes entre amigos.

 Igual, dudo que el viejo Apollo hubiese podido en una verdadera guerra contra un Rocky al que había convertido en “boxeador” y que había recuperado «el ojo de tigre».

 Los últimos segundos de la película. La escena me pilló levantándome de la silla, y dado lo rápido que ocurre, cuando oigo lo que responde Rocky, cuando Adonis pregunta qué es lo que ve desde la cima de las míticas escaleras de Philadelphia, como que sentí que me sentaban de un golpe. «Toda tu vida», respondió Rocky. Demoledor. Con esas palabras, los niños que crecimos con Rocky en los ochentas o en los noventas, no sé ya en los dos mil, también, abrazados en Adonis al viejo y querido Rocky, pudimos ver toda nuestra vida.

 Gracias por tanto, Rocky.