Las aventuras de la Principita Eiko – Cap. 84

La dulce mañana de Ëlen y Sakura

 Después de haberlo hablado con Kero, y una vez convencidas las muñecas, que porfiaron lo suyo hasta que tuvieron la promesa de Tomoyo de que les prepararía un rico pastel para compartir con Ëlen, la muñeca dejó de transmitir lo que estaba haciendo la pequeña. Consideró que debían respetar el ratito de recreo de las niñas, que charlaran y jugaran a solas, dejar que Ëlen y no lo transmitido por la bolita de cristal les hablara de la alegría vivida con Sakura.

 Así, Kero y Tomoyo, regresaron a la habitación de Silky por las muñecas. Vestidas graciosamente con gorro y delantal, los esperaban ansiosas para ir a la cocina, donde ayudarían a Tomoyo, quién también, y no menos adorable, vestiría como Rocío, Mariposa y Lluvia, a cocinar el pastel mientras Ëlen se divertía con su amiga cazadora de cartas.

 Las niñas, a los pies del cerezo, tendieron una manta (que les había traído Sombrerito, el mago negro que dentro de la casa estaba atento, cual mayordomo, a lo que requiriera Ëlen) y se sentaron a comer de la cajita de bento que trajo Sakura. Cuando esta abrió la caja, los ojos de Ëlen brillaron por la colorida e imaginativa variedad de los dulces que guardaba. Sakura sonrió tiernamente. A la pequeña se le hacía agua la boca, de tal manera que sin darse cuenta fue acercando la mano a la cajita; con timidez y deseosa miró a su amiga, quien sonriendo nuevamente, y mientras tomaba uno de los palillos dispuestos en un comportamiento del bento a parte de los dulces, exclamó:

 -Mira, ¡prueba qué rico, Ëlen-chan!

 La niña llevó los palillos hacia las tres bolitas de arroz de un pincho, y deslizando hacia fuera la de color rosa, la troceó, todo bajo la mirada embelesada de Ëlen, en una porción que dio a probar a la pequeña. Esta, con las mejillas arreboladas por el regocijo, tanto por la dulzura de la delicia, en particular la de su exquisito relleno, como por el tierno gesto, exclamó:

 -¡Qué rico! ¿Qué es? ¿Es un mochi?

 Sakura sonrió. Recordó que la pequeña tenía la carta Yumigami, así que por esto conocía el dulce, extraño en su tierra. Mientras se acomodaba la capucha de bufón de lluvia, llevó un trocito a la boca y explicó:

 -Algo así. Se llaman dango, son unas bolitas de arroz. No llevan relleno como el mochi, pero para esta ocasión le pedí a Tomo…, ejem., a mi amiga, que es muy buena cocinando, que los rellenara con anko para que estuvieran más ricos.

 -¿Anko?

 -Sí, una pasta de frijoles dulces. ¿Los conoces?

 La pequeña llevó el pulgar y el índice hacia la boca, presionándolos mientras, pensativa, abría los ojos en gesto infantil que arrobó a su amiga, más todavía por el trajecito de rana que vestía, ¡no podía estar más adorable!, y respondió:

 -No.

 -Claro, Silky tampoco los conocía… Toma otro trocito.

 Ëlen aceptó con gusto. Mientras disfrutaba del anko, los palillos fueron el siguiente objeto de su curiosidad.

 -Los palillos los usamos para comer. Son muy prácticos…

 -¿Prácticos?

 La niña, incómoda, se rascó la nuca. ¿Qué era práctico? Ella misma se lo preguntaba. Pero la curiosidad infantil la rescató del brete. Ëlen, naturalmente, pidió usarlos. Sakura, complacida, extrajo de la cajita otro par, y dijo:

 -Claro, Ëlen-chan. Había traído otro par para ti. Toma, te enseñaré a usarlos.

 La pequeña los recibió exultante. Con ilusión, conforme le indicó Sakura después de haberla ayudado a sostener los palillos correctamente, uno entre la base del pulgar y el anular, el otro entre el pulgar y el índice, no lo dudó y arremetió con el segundo dango del pincho. Por supuesto, con resultados que llevaron a la hilaridad a ambas: los palillos, cada uno por su lado, volaron al suelo. Así muchas veces hasta que por fin Ëlen pudo lograr que un trocito de dango llegara, con la mirada anhelosa y ansiosa de Sakura puesta en los temblorosos palillos, a su boca. La pequeña, mientras disfrutaba especialmente del dulce devorado gracias a su primer éxito con los desobedientes palillos, recibió con felicidad los cumplidos de su amiga.

 Terminada la brocheta de dangos, y después de haber tomado de la limonada que el servicial Sombrerito les había traído, la pequeña se interesó por la delicia con forma de pez del bento.

 -Se llama taiyaki.

 -¿Taiyaki? ¡Otro nombre raro! ¿Todos los dulces de la cajita tienen nombres raros?

 -Ji, ji. Un taiyaki es un pastelito. Este está relleno con crema. Puedes comerlo sin los palillos, ji. ¿Qué te parece?

 -¡Es muy rico!

 -¿Viste?

 Mientras la niña agarraba un taiyaki, continuó con lo que habían estado conversando alegremente…

 -Por lo que cuentas, Ithïliendil se parece más a mi amigo Yukito que a mi hermano Touya. ¡Touya me pelea!

 -¿En serio? ¡Qué malo!

 -Sí, siempre que me despierto temprano y voy a desayunar dice que mis pisadas parecen las pisadas de un monstruo. ¡Cuando crezca le voy a dar un pisotón como de gigante que ni imagina, arrgghh! Pero Yukito en cambio, ay, es amable, dulce, y siempre me lleva a comer y a visitar parques de…

 -¿Parques?

 Sakura río, otra vez incomoda. Olvidaba que estaba en otro mundo y que Ëlen no podría darse idea de muchas cosas. Recorriendo con la vista el patio y demorándose en el Rey Pingüino, en los asientos-pingüinos, en la selva de barras y en las hamacas del cerezo, exclamó:

 -Un lugar como este. ¿Ithïliendil nunca te llevó a un jardín para jugar?

 Con los ojos que le brillaron por el recuerdo, la pequeña respondió:

 -¡Sí! Ithil un día nos llevó a Eiko y a mí a una aldea hobbit que tenía hamacas y juegos con los que nos divertimos mucho. ¡Había cuerdas para trepar y una rueda de carreta para girar! ¡Pero el lugar no era tan lindo como este, porque no tenía un Rey Pingüino!

 -Ji, entiendo. El Rey Pingüino es mi juego favorito. ¡Me encanta ir con mis amigos a pasar la tarde junto a él! ¿Eiko es la niña que está en el Bosque de los Cerezos con Silky? ¿Es tu hermanita?

 -Sí, pero no es mi hermanita, ¡es mi mejor amiga y tiene seis años como yo!

 Sakura se enterneció con el entusiasmo de su amiga. Se vio a ella misma y a Tomoyo a los seis años, igual de adorables, inseparables y prácticamente hermanas como lo eran, no lo dudaba aunque la pequeña todavía no tuviera edad para entenderlo así, Ëlen y Eiko. Considerando que por el momento habían sido suficientes dulces, Sakura, mientras guardaba los palillos y cerraba la cajita y se divertía tiernamente viendo la desazón en el rostro de Ëlen, dijo:

 -Vamos a dejar el resto para más tarde, ¿quieres? Ahora juguemos un ratito.

 La niña se puso de pie y llevó una mano al bolsillo. Los ojos de Ëlen se iluminaron. ¡Sakura sacó una carta!

 -¡Burbujas!

 Tras haberla llamado con un toque con el bastón de sello, Burbujas se manifestó en un racimo de burbujas que lentamente se fueron separando para ir a retozar por las suyas. Sakura observó la maravilla en el rostro de Ëlen, quien se había puesto de pie para tocar con ilusión la burbuja que había ido a merodear sobre su cabeza, y sonrió dulcemente. La burbuja, para la risa de ambas, estalló. Sakura entonces dijo:

 -Ëlen-chan, ahora juguemos a reventarlas con una ramita. ¡Quien hace estallar más gana un caramelo!

 La pequeña aceptó encantada. Y así, las niñas, corriendo y a los saltos, echaron a dar caza a las burbujas, alborotando el patio con una algarabía de estallidos, jadeos y risas que llegó hasta la cocina, a oídos de Tomoyo, quien, entrelazando las manos en el pecho y alzando soñadora y dulces los ojos, suspiró.


 Esto es lo que me salió con Copilot para ilustrar el capítulo. Ni quise molestarme en probar a ver si podía lograr a Sakura con el traje de bufón de lluvia (el que usa en el ep. 47), ja.

Sakura Kinomoto y Ëlen (little girl, 6 years old fantasy art ai)

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