Las aventuras de la Principita Eiko – Ep. 08

La pintura de Cham-Cham

 Ëlen observaba intrigada la caracola. La pequeña no sabía qué hacer. Había querido atar la caracola al pecho del niño, pero no obtuvo más que ofuscadas volteretas y alaridos. Cham-Cham, viendo que la pequeña no lo comprendía, tomó la varita que había arrojado al suelo y se dispuso una vez más a bosquejar lo que deseaba. Pero entonces pensó en la gruta y con un jubiloso «Cham-Cham» tomó de la mano a Ëlen. La llevó hacia el estanque, y saltó con ella al agua. La Principita, pasado el desconcierto por el brusco proceder del niño, corrió tras ellos con la chimpancé y un par de monos pegados a sus talones.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Ep. 07

El enigma de Cham-Cham

 Caía la medianoche y Cham-Cham miraba a las niñas agazapado en los árboles. No le gustó verlas sollozar. La chimpancé de coleta rubia le trajo la esfera, guardada en una vieja y roída manta. El niño había comprendido que Ëlen deseaba el tesoro de la aldea, de modo que iba a regalársela, aún cuando comprendiera que cuando la tuviese se marcharía y con ella su dulce «Cham-Cham». Esto lo tenía triste. Como Cham-Cham desconocía lo que implicaba la tristeza, procuró quitarse el sentimiento a los manotazos, como si espantara mosquitos. Pero fue en vano. Por fin, bajó.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Ep. 06

El juguete de Cham-Cham 

 Eiko se divertía con los monos mientras Ëlen daba un paseo por la selva escoltada por el niño salvaje a quien las niñas habían dado, como no podía ser más, el nombre de Cham-Cham. Cham-Cham había hecho mucha amistad con la Principita, pero su atención y diligencias tenían por especial objeto a Ëlen. La risa de la niña y su cantarina vocecita le evocaban recuerdos remotos, imposibles de recuperar para su memoria, como ser el del cascabeleo de un juguete, que lo ponían feliz.

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Las aventuras de la Principita Eiko – Ep. 05

       Saga de las Esferas del Dragón

    Cham-Cham

 Una mariposa por allí, una flor por allá, una niña que tarareaba y otra niña que tañía un arpa, ambas escoltadas por un par de enormes águilas, marchaban hacia una selva situada en el extremo oriental de Gondor. Los garabatos de un pergamino les indicaban el sencillo trayecto a recorrer. Llegaron a la selva. Las niñas, dichosas por el paseo y maravilladas por el paisaje, se sentaron a orillas de un charco y comieron de las frutas que había en el suelo, y se pusieron a parlotear. Ëlen comentó:

 -¡Mira qué pájaro más raro! ¿Cómo hará para no caerse con el pico tan grande que tiene?

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